Sabe que sus estatuas le habrían causado más de un disgusto en la
Revolución Cultural, pero no duda en manifestar su devoción por Mao Zedong. No
en vano el escultor Wang Wenhai ha convertido al revolucionario líder comunista
en su musa particular, puesto que ha realizado 2.000 figuras de arcilla que
tienen como modelo al «Gran Timonel».
«Empecé hace mucho tiempo, pero, a partir de su muerte en 1976,
intensifiqué el ritmo de trabajo», explica a D7 Wang Wenhai, quien cambió de
estilo hace seis años. «Al principio, mis esculturas representaban a Mao de
manera demasiado formal, pero luego experimenté con las formas y los conceptos
para mostrarlo de un modo más original y divertido», explica el autoproclamado
«rey de la arcilla» mientras da los retoques finales a su última creación, «Mao
pensador».
En la mesa situada a su espalda, medio centenar de figuras del
«Bienamado Presidente» dan fe de lo prolífico que es el autor y de su fecunda
imaginación: Mao con el mapa de China en la cara, Mao con los caracteres
impresos de la palabra «rey», Mao con ropajes propios de Buda y casi convertido
en figura femenina, Mao con un ordenador portátil, Mao con dos caras, Mao con
cuevas horadadas en los ojos...
«Aunque puede que a otros les parezcan provocadoras, a él le
gustarían, pues tenía mucho sentido del humor y sabía ver las dos caras de las
cosas», sentencia el artista, que nació en 1951 en la provincia de Hunan y fue
«guardia rojo» con sólo quince años durante la Revolución Cultural.
En aquella caótica década de fervor comunista, presenció los
humillantes autos de fe públicos con los que se castigaba a todo aquel que no
profesara su admiración por Mao. Pero ni siquiera los millones de muertos de esa
época o la hambruna del Gran Salto Adelante le hicieron perder la confianza en
el «Gran Timonel».
«Mao cometió errores por intentar desarrollar el país demasiado
deprisa, pero era una persona maravillosa», insiste el escultor, quien reconoce
que «ahora hay más libertad y riqueza, pero también más corrupción, menos
valores y más contaminación».
El arte y el dinero
Admite que «era difícil ser artista en época de Mao» y que sus
obras le habrían causado problemas, pero insiste en que «nadie del Gobierno me
ha dicho nunca nada sobre mis estatuas». Es más, ha vendido algunas a
coleccionistas chinos y extranjeros por entre 600 y 700 euros, aunque aclara
enseguida que no persigue dinero ni fama. «Los artistas sólo piensan ahora en
hacerse ricos, por lo que han abandonado la realidad como motivo de
inspiración», critica el «rey de la arcilla», quien asegura haber rechazado
cuantiosas ofertas económicas por mostrar al «Gran Timonel» de forma despectiva.
«Se puede jugar con lo divertido, pero no para criticar a Mao». Tras lo que
insiste en que lo único que pretende con obras tan poco convencionales es
«mostrar mi amor por él».
Tras trabajar como guía en el Museo de la Revolución de Yanan, en
la provincia central de Shaanxi donde concluyó la Larga Marcha (1934), Wang
Wenhai se ha propuesto abrir en dicho lugar un gigantesco museo sobre Mao y
erigir una estatua del «Gran Timonel» de 130 metros aprovechando la forma
natural de las montañas de los alrededores. Sin duda, un claro ejemplo de lo
mucho que han cambiado las cosas en China en estos treinta años para que, al
final, todo siga como antes.